Muchos buscan el amor para huir de la soledad, pero nunca un amor podrá satisfacer la necesidad infantil de sentirse acompañado, y esa relación estará destinada al fracaso.
Cuando amo a alguien porque lo necesito, no lo amo, lo estoy usando para mi propio beneficio, para que me acompañe, me mantenga, me divierta, me entretenga.
Sólo cuando necesito a alguien porque lo amo es cuando me mueve el verdadero amor, la necesidad de compartir, de dar y de saber recibir, y estar dispuesto a comprender, perdonar, tolerar y aceptar.
Cuando se ama a alguien de verdad, se desea su libertad para ser quien es, y se llegan a amar sus virtudes y sus defectos, porque no siempre esos defectos son reales, ya que los que pueden ser defectos para uno pueden ser virtudes para otros.
La soledad nos enseña a vivir, a ser independientes, a valorarnos, a confiar más en nosotros mismos. Es la experiencia más aleccionadora que existe para madurar como persona.
Recién cuando somos capaces de estar solos, aprendemos a conocernos, a apreciar todo nuestro potencial, a querernos y a ser más buenos con nosotros mismos.
No se puede amar a otro si uno se desprecia.
El amor verdadero no es fusión sino independencia, porque precisamente lo que se ama del otro es su ser total, su capacidad de desarrollo y su poder de trascendencia constante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario